El peor escritor del mundo

25 de abril 2009

Quería que éste fuese el título del último relato que ocupara este blog. Ha pasado casi un mes desde que decidir echar el cierre sin escribir ni ese ni algún otro cuanto que había quedado en la moleskine. Dije un año, dije 365 relatos, dije un año de el menjor escritor del mundo. Y ´había que poner en alguna parte el fin. Llevo casi un mes sin escribir y escribo por las esquinas.

Y, que le den al proyecto, pero tengo que continuar escribiendo en algún sitio. Tal vez invente el peor escritor del mundo, pero necesito un nuevo cuaderno donde vomitar letras. Después de un año de microrelato tan sólo tengo claro el título del último relato: el peor escritor del mundo.Comenzaba este blog como un chiste, con un primer cuento que se convirtió en una dirección y luego en un cajón. Y después de más de trescientas entradas, mucho cuento y lectura tan sólo puedo decir eso: me siguen apasionando gente rara como Foster Wallace como Amy Hampel o Miranda July. Me encantan las primeras obras, los experimentos y las autoediciones. Odio a los autores más jóvenes que yo -sigo leyendo en la solapa la edad lo primero- y los amo. Sigo sin haber leído el Quijote -aunque sea indispensable- y no puedo con el Siglo de Oro (ya me decía el vedel de la radio hace años que estaba un poco perdido con estas lecturas mías, que uno no es nadie si no lee a los clásicos españoles y franceses. Pero, qué le voy a hacer, será porque seré el peor escritor del mundo. Y sigo pasándome de las 150 palabras de la ortodoxia del microrrelato, se me va la mano, qué le voy a hacer.

Después de un año de microrrelato diario tengo dos opciones: o arreglar lo que hay aquí, que hay cuents que dan pena -no me gusta corregir; ya lo se lo de la labor de guerrero, etc. o seguir escribiendo y adelante. No se, de momeno, el peor escritor del mundo hace un punto y seguido, o punto y aparte, o mejor unos puntos suspensivos. Si, mejor me meto en la cama y mañana veremos.

Published in: on abril 25, 2009 at 12:06 am  Comments (6)  

Nunca nadie nada

17 de marzo 2009

Nunca se encontró a si mismo; nunca llegó a ningún sitio. Corría a cualquier hora del día como quien pierde el autobús, la vista fija unos metros por delante. Era una presencia cotidiana en la ciudad, aparecía por cualquier esquina. Nadie nunca le preguntó dónde iba. Nadie nunca le vio descansar. Un buen día desapareció. Para siempre. No quedó nada.

Published in: on marzo 18, 2009 at 12:44 am  Comments (10)  
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Fantasmas

15 de marzo 2009

La mía es una familia de fantasmas. Como nunca tuve una de verdad, terminé inventándomela. El primero en aparecer fue mi hermano, que me acompañó en los años duros del orfanato y al que la psicóloga llamaba amigo imaginario. A partir de él llegó el resto. Mi primera madre era una señora rubia que llevaba el pelo recogido en una coleta y unas enormes gafas de sol. Y también imaginé a Papá, que solía llevarnos los domingos a tomar un batido y a una abuela que preparaba galletas de jengibre. Era mucho mejor que una familia real. Pero a los ocho me abandonaron y volví a ser un niño solitario. A los doce escapé del reformatorio y me creé una nueva, en la que era hijo único y teníamos un perro color canela. Mi infancia y adolescencia fueron un continuo mudar de padres, hermanos y tíos segundos, mientras en mi otra vida, cambiaba constantemente de orfanatos, reformatorios e internados. Para cuando los servicios sociales me dejaron en libertad había creado casi un centenar de familias. Y cada vez que creaba una nueva, la antigua desaparecía, así que llegué a pensar que los fantasmas, como las personas, también morían. Pero entonces ocurrió algo raro; a los veinticinco me reencontré con todos ellos. Para mí fue un poco violento verlos a todos allí dándome besos, preguntándome por mi vida y por antiguos amigos; algunos habían cambiado tanto que ni los reconocía. Fue la última vez que los vi. Ahora a veces me siento sólo. De repente se me pasa la idea por la cabeza pero, no se, posiblemente a los sesenta sea ya muy viejo para crear una nueva familia.

Published in: on marzo 15, 2009 at 9:33 pm  Comments (2)  
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Erase una vez

14 de marzo 2009

Érase una vez un rey y una reina que tuvieron tres principitos. Vivían felices en su palacio de sueño, justo en la mitad de un bosque de árboles mágicos, en un país de cuento, en un mundo azul, en una gran galaxia que giraba y giraba en la mitad del universo. Y si te has perdido algo vuelve a enfocar.

Published in: on marzo 14, 2009 at 12:52 am  Comments (1)  
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Mayor, mediano y menor

13 de marzo 2009

Erase una vez tres cerditos, el mayor, el mediano y el menor, cualidad púramente ficticia ésta porque habían nacido en la misma camada de una gran cerca rosada. Cada día la escena se repetía con la llegada del malvado y fiero lobo -que hacía horas extras por las noches de los días pares en un tugurio sirviendo copas. Los tres huían, siempre en el mismo orden, de la casa de paja a la de maderas y de ésta a la de ladrillo. Inexorablemente se repetía la escena una y mil veces, cada vez que un cuento era contado para un niño en algún lugar.

Hartos de tan monótona cotidianeidad, y de inacabables traveling por un decorado de cartón-piedra, decidieron dar un rumbo a sus vidas. Hay quien dice que los ha visto, formando escalera de mayor a menor, en la barra del Museo del Jamón.

Insoluble

5 de marzo 2008

El problema era insoluble; sin pensarlo dos veces lo arrojó con todas sus fuerzas al agua.

Published in: on marzo 5, 2009 at 11:44 pm  Comments (1)  
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Lentamente hacia el horizonte

4 de marzo 2008

Sabía que había llegado el final. No sabía por qué pero algo que había estado con él desde siempre le decía que debía prepararse para recorrer el último camino. Estaba tranquilo. No sabía qué ocurriría después, tampoco le preocupaba. Le reconfortaba saber qué tenía que hacer. En el fondo, lo había visto hacer decenas de veces; el mismo ritual repetido por abuelos, padres, hermanos e hijos. Nacemos y morimos, así de sencillo -pensó. Y sintió alivio por no sentir miedo.

Aspiró profundamente y cerró los ojos. Se vio asimismo correteando con sus hermanos y recordó aquellos tiempos en los que no había otra cosa que el juego y caer rendido en cualquier parte al bajar el sol. Se vio crecer, atravesar los años de juventud, la primera pelea y el primer amor. Luego vendrían los pequeños, los años duros de la sequía y el día que llegaron al valle. Su primer hogar y la primera noche que vio la luna grande en el cielo.

Tuvo la sensación de que la vida había pasado muy rápida; abrió los ojos y vio su piel arrugada y seca como un papel de lija. Reunió sus últimas fuerzas, se puso en pie y se fue andando lentamente hacia el horizonte, dejando atrás a la manada.

Amor comunista

3 de marzo 2008

Yo tuve un novio comunista.

Le dejé por posesivo.

Tarot, Oráculos y Videncia

2 de marzo 2009

Sí, era un chiste, pero no me había hecho nada de gracia. Nos lo contó Julián cuando se enteró de mis intenciones. Siempre ha sido el graciosillo de grupo y, la verdad, se lo había puesto fácil. Todos se rieron y yo puse cara de circunstancias. Tenían que haber tenido en cuenta mi situación, después del divorcio la semana anterior y de la venta hacía dos días del estudio que tanto me había costado levantar para dedicarme al negocio del arte; necesitaba algo a lo que aferrarme.

Me habían dado buenas referencias de la tal Estrella Santos y de su capacidad para predecir el futuro. Y justo era eso lo que necesitaba en ese momento: un poco de claridad sobre mi vida.

¿Sabe alguien el chiste de la adivina?, -vociferó a los cuatro vientos en la mitad del bar.

Podía haber sido un poquito más discreto, digo yo, o haberme sondeado para ver si me sentaría bien el que hiciera chistes con un tema como aquel. Pero bueno, Julián no es lo que se puede decir una persona discreta; ya nos había quedado claro cuando contó aquel chiste de la muerta en el velatorio de la madre de Luis. Y bueno, es verdad, no es comparable el chiste de la muerta con el de mi vidente, pero a mí me sentó igual de mal. Pero lo peor de todo es que, aunque a mí me costase reconocerlo, el puto chistecito tenía su gracia.

Justo me di cuenta de que era gracioso a la mañana siguiente, cuando llamé a la consulta y todo ocurrió como Julián lo había contado.

-Gabinete de Estrella Santos, Tarot, Oráculo y Videncia, ¿Quién llama?, -contestó una voz femenina al teléfono.

– Menuda mierda de vidente! -estuve casi a punto de responder.

Published in: on marzo 2, 2009 at 1:30 am  Comments (1)  
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Experimento cojonudo

1 de marzo 2009

Hacía un frío de cojones y le tocaba los cojones salir a la calle a aquella entrevista. Estaba hasta los cojones que todos pensaba que no tenía cojones, así que se presentó con el recorte de periódico en las oficinas. En el fondo estaba realmente acojonado.

-¡Manda cojones! -dijo nada más verle.

-Cojones, eres Luisito -le respondió- ¿qué cojones haces aquí?

– A esta puta entrevista de los cojones.

-Cojonudo tío, si quieres quedamos luego.

Las dos cuerdas de mi vecina

28 de febrero 2009

Pues podría decirse que era una vecina normal. Quiero decir que era la típica vecina que hay en muchas otras comunidades. Rondaba los ochenta y muchos años, tal vez noventa, y se movía con los gestos de quien no ha tenido una vida muy fácil. Viuda a los dos años de casarse, dio a luz, en los años de la postguerra, a dos hijos varones que ahora vivían en sendos chalets en las afueras de la ciudad y que nunca aparecían por allí. Ell no era propietaria, vivía en uno de esos alquileres de renta antigua en un pequeño piso de la escalera interior. Sin duda era la vecina más antigua y, por aquel absurdo grado que otorgan los años, hacía uso, a diferencia del resto de los vecinos, de dos de las pocas cuerdas del patio.

Toda mi relación con ella se ceñía a las visitas que ambos hacíamos a las cuerdas del tendedero en el patio. Yo sacaba una lavadora cada dos días aproximadamente, ropa surtida. Ella, en cambio, salía casi a diario: los martes tendía un par de panties, los miércoles una faja de color indescifrable, los jueves una blusa de blonda con cuellos bordados de flores y los viernes siempre trapos de cocina. Un día nos sorprendió con una desgastada camisa de palmeras que parecía haber sido devorada por las polillas varias veces. Creo que esa fue la única excepción, al menos que yo viese, en sus monótonas coladas.

Nuestros encuentros se limitaban a aquel espacio donde colgábamos la ropa y a algún comentario sobre la previsión del tiempo. Un guion repetido decenas de veces. Hoy parece que va a llover. Uy, esperemos que no… Con este calor la ropa va a estar seca antes de terminar de colgar… Qué humedad que hace hoy… Esas nubes…

Ella espaciaba sus prendas con soltura entre unas pinzas que habían perdido cualquier recuerdo de color mientras yo apretaba toda mi colada en mi única cuerda. Nunca se me ocurrió preguntarle por el asunto de la injusta distribución de los tendederos y tampoco ella nunca me dio la más minima señal de invitación a su espacio.

Va a hacer casi un año que nos dejó. Yo sigo bajando al patio con mi colada igual que mis vecinos un par de veces a la semana. Pero como si de una antigua ley de propiedad se tratara, o por respeto a la difunta, todavía nadie se ha atrevido a colgar un trapo en ninguna de aquellas dos cuerdas.

Marbel

27 de febrero 2009

Una noche más he vuelto a soñar con Wakanda y con la caída de ese misterioso mineral que la protege de las vibraciones y el sonido. Cuando estoy en Wakanda me siento al final a salvo, lejos del mal y del doctor Muerte. Duermo feliz y tranquilo mientras mi cama se mece acunada por el Vibranium.

Anuncios por palabras

19 de febrero 2009

Vendo sueños.

A estrenar.

Por no poder utilizarlos.

Precio a convenir.

Published in: on febrero 20, 2009 at 12:39 am  Comments (4)  
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Desde el boj

18 de febrero 2009

Si, lo reconzco, tal vez no sea lo que se espera de un hermano, pero me pilló así de sorpresa y no estaba preparado. Joder, si llevas casi diez años sin ver a tu hermano y aparece así de repente pues te pilla descolocado. Y si, se que lo que pasó, y de lo que no quiero hablar otra vez, y no lo voy a hacer ahora, pasó hace casi quince años. Pero esas cosas no se olvidan. Por más que hayan pasado diez años sin vernos, por más que vivamos cada uno en una ciudad y él hiciera familia, y tenido tres hijos y se comprase una casa y, por cierto, fue de las pocas cosas que me fijé cuando lo ví allí plantado en la puerta de casa, hubiera perdido casi todo el pelo. No. Si hibiera avisado pues, no se, me hubiera ido preparando; él sabe cómo soy y que necesito asimilar las cosas y tomarme mi tiempo. Creo que le quedó bien claro cuando lo de mamá; joder uno no puede recibir una llamada, que mamá a muerto, así de repente, sin saber nada de familia por años. Por eso no fuí al entierro, pero no quiero hablar más de eso, dije que no iba a hablar más de eso.

Lo cierto es que me escondí; si, un poco ridículo un tío de casi 50 años, de mi pinta, con casi 120 kilos -que no hay seto que me tape- escondido detrás de aquel boj del jardín. Patético. Estuve casi dos horas, las mismas que estuvo él sentado en las escaleras de casa. Esperando que se marchase, que cayese la noche y desistiera, pero el tío aguantó. Casi a medianoche, me dejó aquella nota y cogió el coche de vuelta, no se dónde; ni se dónde vive, ni su teléfono, ni si se ha mudado de ciudad. Búscame, tengo que hablar contigo. Joder, también podía haber sido un poquito más claro; no sólo, tengo que hablar contigo, como quien quiere contarle a un amigo el partido del domingo. No le llamé, claro; no le busqué; ni hice el más mínimo intento. Joder, si hubiera escrito algo más, no se, lo de que se estaba muriendo, que le quedaban un par de semanas, que esa puta enfermedad avanzaba y no le quedaba mucho. No se, tomé la nota como una de sus gilipolleces, como siempre el chico bueno que decía mamá, queriendo hacer las paces, viniendo a hablar con su hermano. Pero no, la cagué otra vez, otra vez fui el hermano cabrón. No le llamé, no le busqué, no hice el más mínimo esfuerzo por hablar con él. Y aquí sigo hoy, con esta nota con apenas cuatro palabras intentando recordar su cara la última vez que lo ví, desdel el boj, esperándome en las escaleras de entrada a casa. Me hhubiera gustado saludarle.

An experiment!

17 de febrero 2009

La verdad es que no se por qué salí. No entendía un carajo lo que aquel escocés decía -pensaba que no había nada peor que un australiano; me equivocaba- hablando de liderazgo, de los cinco escalones, o cinco fases, o cinco nosequé -tal vez hablaba de otra cosa y no me estaba enterando. Sí, eso es verdad, no me estaba enterando nada de aquella sesión; me dormía literalmente, después de un día duro de cifras, inversiones, retornos, gráficas y prospecciones a cinco años. Era eso que llamaban un external speaker y podía haber estado bien, sino fuera porque era escocés. Y porque llevaba ya dos días en mitad de ningún sitio, en una especie de castillo perdido en un lago en la mitad de Holanda, aguantando una media de ocho sesiones por día, de sol a sol. O tal vez debería decir de nublado en nublado; menos 5 grados y un 95 por ciento de humedad en el ambiente.

La cosa es que pidió voluntarios. Acercó tres sillas al centro de la sala y pidió tres voluntarios. Let me make an experiment! Y me levanté; me dije: qué carajo haces levantándote si no tienes ni idea de lo que habla este tipo. Pero, no se si por el cansancio o para evitar caer profundamente en letargo, levanté la mano y me acerqué a las sillas. No me acuerdo qué me dijo, tan sólo que al final acabé con un paquete de Toblerone como premio.

El coronel tiene miedo

16 de febrero 2009

Muchos años más tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel tuvo miedo; uno de esos miedos -si es que se pueden hacer categorías en los miedos- incontrolable que rozaba lo más profundo de su ser, donde el hombre ya no es hombre sino animal; un miedo de esos que te hacen temblar sin remedio, sin quererlo, sin hacer caso a tu voluntad. Tantas veces estuvo acariciando la muerte y nunca como ahora podía sentir su aliento tan de cerca. Temblaba no sabía sin por sentir cerca el fin o por aquel indigno miedo que era incapaz de dominar. Intentó apartar su pensamiento de la escena y comenzó a capturar de algún remoto lugar de su mente las imágenes de Arcadios, Aurelianos, Úrsulas y Petras en descendencias múltiples y aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo.

Longitudinal/transversal

15 de febrero 2009

Conducía su Volvo S-40 como quien empuja el carrito de la compra por unos grandes almacenes mirando las estanterías a ambos lados. A ambos lados no habían galletas ni paquetes de arroz; una hilera de chopos corría longitudinalmente al canal paralelo a la carretera. No eran más de las ocho aunque la noche se había cerrado hacía ya un buen rato. No tenía prisa por llegar a casa. En aquel momento de su vida no tenía prisa por llegar a ningún sitio, se dejaba arrastrar por la vida sin sentirla, acomodado en un asiento de cuero a juego con el salpicadero, 2000 euros extras. Pasaron varios kilómetros atravsando el mismo paisaje repeetido cuando llegó a la rotonda: una carretera atravesaba a la carreterapor la que eĺ veníal. Por la derecha un coche gris oscuro con algo aprecido a unos antiniebla, aunque no había niebla; por la izquierda un deportivo rojo. Los tres se pararon antes de entrar en la rotonda, ninguno parecía tener prisa; otros dos hombres de aproximadamente su edad, rondando el medio siglo, en sus asientos de cuero, cruzaron lentamente la rotonda y continuaron en el mismo sentido, direcciones contrarias. Metió primera y avanzó, perpendicularmente al coche rojo y al coche gris con faros antiniebla, que rápidamente se ocultaron engullidos por la noche bajo la línea de chopos.

Published in: on febrero 15, 2009 at 12:59 am  Deja un comentario  
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Motivos personales

14 de febrero 2009

Cambio casa unifamiliar por apartamento de soltero.

Motivos personales.

Paisaje con playa y esquimal III (café con hielo)

10 de febrero 2009

Podía haberle dicho que aquello se había enfriado, que ya no funcionaba y que necesitaba tiempo para encontrarse y pensar qué hacer con su vida.

Le podía haber dado la típica excusa de otra persona que le daba aquello que en ella no encontraba y le hacía despertar sonriendo cada mañana.

Podía haberle pedido una reflexión como las que hacían en terapia de pareja sobre qué esperaban cada uno de aquella relación, qué no les gustaba del otro o dónde creían que podían cambiar.

Podía haberle dicho que, después de aquellos cinco años, se había dado cuenta que ella no era lo que creyó que podía ser, que eran incompatibles y que se había equivocado.

Le hubiese dolido, hubiera llorado, maldecido o gritado; le habría pedido seguro una segunda oportunidad o se habría tirado a sus pies en una patética escena pidiéndole perdón y ofreciéndole un cambio. Pero no. Se había quedado sin palabra y sin saber qué hacer.

Desayunaban, cuando él le dijo que se marchaba, que no recogía sus cosas y que aquellas eran sus últimas tostadas. Pocas palabras y menos explicaciones. Sólo aquella frase que en su momento le pareció absurda: a veces me siento como un esquimal intentando tomar el sol en la arena de esta playa.

No es un sueño

9 de febrero 2009

Se encontraba en la mitad de un desierto. Uno de esos desiertos de película, como en Laurence de Arabia, que parecen un decorado, de arena naranja y un cielo azul radiante. A lo lejos el calor ondulaba la linea del horizonte. Vestía como cada día en el trabajo, con su traje gris marengo y una camisa blanca. En sus manos un salvavidas rojo con una inscripción: Esto no es un sueño.

Se despertó sobresaltado y no supo encontrar una explicación.

Me compré un sueño

8 de febrero 2009

Hace un tiempo me compré un sueño. Y lo digo en el más estricto sentido de la palabra, porque pagué por él. Tengo cierta querencia a las gangas y éste, la verdad, estaba a un precio que no pude resistirme. Lo compré, digo, llegué a casa y lo dejé en la estantería el salón. Sí, ya se que comprarse un sueño y dejarlo por ahí en cualquier parte sin hacerle caso no es algo muy común, pero como era de saldo pensé que mejor le daba un poco de tiempo para que no se sintiera muy agobiado. No quería ir y decirle: venga, te compré, ahora  a darme lo que es mío, satisfaz mi sueño. No hice eso; como digo lo dejé allí en la estantería, junto a unos libros a medio leer a ver si reaccionaba.

Pasaron unos día, y cada vez que pasaba cerca lo miraba para ver si había despertado, si estaba en condicioes para cumplir su labor, pero lo cierto es que parecía no quer trabajar. Yo me fui acostumbrando a verlo allí, como parte del mobiliario. Los amigos, cuando venían a casa me preguntaba por él, y yo les decía, nada un sueño que compré y estoy esperando a ver si algún día se realiza. Raro eres tío, em dijo Alicia aquel día que vino a cenar.

Han pasado más de siete meses y hoy, no sé por qué, le he dado la vuelta y me he encontrado el número del Servicio Técnico inscrito en letras pequeñitas debajo. He estado tentado en llamar, mandarlo arreglar, pedir que me lo cambiaran por otro, no se, decirles que me devolvieran el dinero si no habia otra solución. He pasado u rato largo co el sueño en una mano y el teléfono en la otra. El final no he llamado. Creo que me acostumbré a tener un sueño irrealizado ahí, esperando, sabiendo que en cualquier momento puede ocurrir algo que lo ponga a funcionar.

Published in: on febrero 8, 2009 at 11:01 pm  Comments (2)  
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El título no es importante

7  de febrero 2009

Empecé a escribir el título. Es algo que no suelo hacer, normalmente escribo y, l final, subo y corono con una idea ingeniosa, absurda, obvia, tetorcida, etc. Hoy no. Hoy he empezado a escribir y he puesto un título. Como no sabía sobre lo que iba a escribir -algo que me pasa a menudo cuando me enfrento al papel- tampoco tenía muy claro qué serviría como título. En la facultad nos contaron aquello de sorpresa, claridad, precisión, propiedad, y creo que era fiel a esos principios. Podía haber titulado No tengo ni pajolera idea de sobre qué voy a escribir, pero me parecía un poco soez. El título no es importante, me dije, aunque no compartía lo que escribía. Se que el título debe ser un anzuelo, algo que haga picar para, en el caso de un texto periodístico, enganchar a la presa hacia el relato. Tampoco tenía intención de escribir una noticia, es verdad, ni de contestar las famosas seis uves dobles del buen lid periodístico.

Sí, tal vez hubiera sido más ético lo de decir ya desde el principio lo de que no tenía ni idea de lo que iba a escribir. Bueno, sabía que no iba a escribir una noticia, como tampoco una novela, ni un ensayo -uy, no tengo para eso hoy la cabeza- pero nada más. Tal vez podía haber sido más poético, con un título de esos que no dicen nada pero que evocan imágenes, o adelantan que lo que viene es un fluir de conciencia, o un monólogo interior. Pero se de mi problema con la adjetivación y el afectación, así que tampoco me apatecía empezar ya desde el principio con arabescos. Además, aunque como digo peco siempre de adjetivación innecesaria, no soporto a los poetas de pacotilla, y mucho menos a los periodistas poetas, de esos que para contar la tragedia de cientos de familias víctimas del invierno titulan La muerte llegó vestida de nieve.

El titular debe ser como un faro que ilumine por esa aventura que es leer, me repetía, sabiendo también que como todo arte implica una práctica basada en el error. Daba vueltas en redondo y volvía al mismo lugar. No sabía bien de dónde partía y buscaba escapatorias en forma de titulares expresivos, apelativos, temáticos o informativos que me hicieran huir de aquel callejón sin salida.

Cuando quise darme cuenta iba ya por más de cuatrocientas palabras, algo excesivo para un microrrelato. Puse un punto final y dejé el titular sabiendo que me había equivocado

Palabra de asesino

6 de ferero 2009

– Pues si, escribo microrrelatos.

– Una buena forma de matar el tiempo -me dijo.

Me quedé sin palabras, con la cara de un asesino sin coartada, dándole vueltas a la frase.

Published in: on febrero 6, 2009 at 11:18 pm  Comments (1)  
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Elipsis

5 de febrero 2009

Se paró el tiempo en su reloj.

La vida continuó.

Cuando compró una nueva pila habían pasado casi seis días. Menuda elipsis para un reloj.

Published in: on febrero 5, 2009 at 11:14 pm  Deja un comentario  

Composición nocturna con Playa y Esquimal 2

3 de febrero 2009

¿Puede uno sentirse como un esquimal en una playa? Y quiero decir, el típico esquimal de las tundras, con sus coletas, su capucha de pelo y su iglú en la típica playa del Caribe, con sus palmeritas, sus aguas turquesas y sus margaritas con rodaja de limón.

Pues así se sentía él. Había aprovechado una oferta irrepetible, según palabras de la chica que le atendió en la agencia, a Punta Cana, pensión completa, avión más hotel, desplazamientos y una pulserita que le permitía entrar en todas las celebraciones y fiestas de cartón piedra en los complejos que rodeaba el hotel.

Con unas bermudas ridículas de florecillas, y un gorrito que le habían dado en la recepción, notaba como el frío avanzaba por su cuerpo hasta helarle el corazón.

Composición nocturna con Playa y Esquimal 1

2 de febrero 2009

Él era un frío esquimal, ella una cálida playa.

Dicen que los polos opuestos siempre se atrajeron.

1m3

1 de febrero 2009

Ocupaba excasamente un metro cúbico. Más o menos. No tenía una confrimación matemática de aquello, pero un cálculo aproximado le llevaba a ese resultado: toda su existencia ocuparía tan sólo un metro cúbico. No contaba en la suma las posesiones materiales, que por otra parte pocas tenía más allá de un piso con media hipoteca y plaza de garaje, a pagar en treinta años, sino más bien su propio ser, su vida, sus relaciones. Su espacio vital.

Era soltera, no tenía hijos ni familia cercana y sus relaciones se limitaban a un asentir ocasional a las pocas indicaciones que le apuntaba su mando directo en la fábrica. Por lo demás, ningún amigo o conocido con el que compartir espacio. Le gustaba el silencio y no exteriorizaba sus sentimientos. Contenía alegrías y penas y solía hablar en un tono monocorde que parecía más el hilo musical de una sala de espera. Así, podríamos afirmar, aún sin la evidencia científica, que su mundo, aquel mundo que la envolvía ocupaba a penas un metro cúbico.

Pero aquella mañana no pudo más. No había ninguna razón aparente que le llevase a hacerlo, pero abrió la boca y gritó. Con todas sus fuerzas. Y aquel grito sonó como un lamento desesperado en la mitad de un paisaje desético, como el romper sordo de un bloque de hielo precipitándose al vacío en los polos. De repente notó como toda ella, su metro cúbico,  se extendía y ocupaba, como una presa desbordada, cada pequeño rincón, cada diminuta estantería y cada escondido pliege de aquel gran centro comercial.

Published in: on febrero 3, 2009 at 12:57 am  Comments (1)  
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Consulta

31 de enero 2009

No sabía qué más contarle a su psicólogo para mantener aquellos encuentros, dos por semana, a su consulta. Inventaba nuevos acontecimientos, alargaba tramas y simulaba recesiones en los avances.

Podía haberle contado la verdad, que se había enamorado perdidamente de su psicoanalista. Pero tenía miedo de curarse.

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Vértigo

30 de enero 2009

Tenía sólo 17 años. Sentía que todo se había acabado. No pensaba en la muerte, ni en un final físico de su existencia. En cierta forma aquello le hubiera reconfortado. No; sentía que todo había acabado aun sin empezar; el mañana era una prolongación forzada de un proyecto fallido, sin deseos ni proyectos. Avanzaba sin saber hacia dónde por pura inercia. Y el futuro se le presentaba como una repetición vacía del día anterior.

Ausencias

29 de enero 2008

Nadie la echó en falta. A los seis meses alguien preguntó por casualidad en el patio por doña Herminia. ¿Cómo andará? Es verdad que no se le ve desde hace tiempo. La pobre, si es que ya no sale de casa. Y ¿los hijos? Tampoco viene ya ninguno. ¿Le habrá pasado algo?

Tardaron otros tres meses en descubrir que doña Herminia había muerto hacá casi un año, un noche sin hacer ruido como era ella. Los de la inmobiliaria habían colgado e el balcón de su habitación un cartel de «En venta».

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